martes, 27 de enero de 2009

martes, 13 de enero de 2009

Canto de exhortación para las Damas Pobres de San Damián



Escuchad, pobrecillas, por el Señor llamadas,

que de muchas partes y provincias habéis sido congregadas:

vivid siempre en la verdad,

que en obediencia muráis.


No miréis a la vida de fuera,

porque la del espíritu es mejor.

Yo os ruego con gran amor

que tengáis discreción de las limosnas que os da el Señor.


Las que están por enfermedad gravadas

y las otras que por ellas están fatigadas,

unas y otras soportadlo en paz,
porque muy cara venderéis esta fatiga,

porque cada una será reina en el cielo coronada con la Virgen María.

jueves, 8 de enero de 2009

El Cordón Franciscano...


Cuenta Tomás de Celano que Francisco, después de su conversión, vestía hábito de ermitaño, el cual estaba ceñido por una correa de cuero como cinturón. Escuchando un día el Evangelio de la misión de los Apóstoles, impresionado, pidió explicación al sacerdote celebrante, y bien informado cambió de hábito: se procuró una túnica que tenía la forma de cruz, de material pobre, y cambió la correa de cuero por una cuerda.

Los cronistas antiguos, franciscanos y no franciscanos, cuando hablan del hábito franciscano, diecn que la túnica está ceñida por una cuerda. Alguno de ellos dice "cuerda anudada". Ninguno hace mención del número de nudos que lleva la cuerda. Las primeras representaciones iconográficas de San Francisco, comenzando por la tabla de San Miniato, de 1228, hoy perdida, el cordón del Santo tiene tres nudos. Posteriormente, en algunas pinturas, el cordón o cuerda se decora con múltiples nudos.

La cuerda tenía y tiene la función de ceñir. Muy pronto se convierte en una cuerda nudosa. Tradicionalmente la cuerda lleva tres nudos que hace referencia hoy a los tres votos de la profesión de vida religiosa: obediencia, desapropio (pobreza) y castidad.

*fuente:Valentín Redondo

lunes, 5 de enero de 2009

Los tres ladrones...


Fray Angel, un joven alto y robusto, guardián del convento de Monte Casale, estaba tan indignado, que hablaba solo:

-¡No hay derecho! ¡Habrase visto qué atrevimiento! Y además querían que les diese de comer! Pero ¿qué se han creido? Es una vergüenza. ¡No se puede consentir!

San Francisco de Asís llegaba en aquel momento con un saco de pan y un poco de vino, que él y un compañero habían recibido en limosma, y al encontrarlo refunfuñando preguntó:
-¿Qué ha pasado fray Angel?
-¡Es incleíble, Hermano Francisco! Han llegado unos maleantes, tres ladrones, y ¿sabe lo que querían? ¡Nada menos que les diese de comer y beber?
-¿Y tú qué has hecho, hermano?
-Pues los he reprendido fuertemente, tratándolos como se merecen; ¡encima de robar, no los voy a alimentar! Los he despedido y les he dicho que no volvieran a acercarse, pues de mí nunca recibirían ni comida ni bebida.
-¡Fray Angel, no has obrado bien!, le contestó San Francisco con tristeza. ¿No sabes que Jesús no vino a salvar a los justos sino a los pecadores? Ahora yo te mando, en virtud de santa obediencia, que agarres esta saca de pan que yo he traido y este poco de vino y rápidamente vayas tras ellos por montes y valles, hasta que los encuentres.
Entonces les presentarás este alimento y esta bebida; luego te arrodillarás ante ellos y humildemente les pedirás perdón por tu crueldad y les rogarás de parte mía que dejen el mal camino, que no atropellen a los demás, y yo proveeré a sus necesidades.

Fray Angel, obediente a la orden recibida, corrió tras los ladrones, los halló, se postró a sus pies y obró según le había ordenado San Francisco.

Y aquellos ladrones que, por la conducta de Fray Angel se habían alejado del convento resentidos y con propósito de vengenza, se quedaron pensativos, comprendieron su mal proceder y propusieron cambiar de vida.

Poco después, San Francisco los recibió en su orden y empezaron hacer penitencia

*De: "Florecillas" de San Francisco de Asís