domingo, 24 de octubre de 2010

Francisco, loco por Cristo


Seguir tus pasos y estar crucificado
como un gorrión humilde y peregrino
tras las huellas que señalan tu camino,
dejarlo todo y quedar anonadado.

Para el mundo haber enloquecido
como la mariposa que ha encontrado
la luz que su destino ha transformado
y lo tiene en su fuego consumido.

Nostálgico de inocencia, peregrina,
desnudo como el Padre lo ha creado,
desnudo como el sol en el ocaso
que se oculta detrás de la colina.

Porque desnudo está el Amor que lo ha atrapado,
desnudo de poder, de posesión y estima,
desnudo de ambición, de amor, de compañía;
pobre, casto, obediente, abandonado.

Loco por Cristo, Francisco, peregrina
detrás de aquél que lo tiene enamorado,
detrás de un Sol que está crucificado
en el árbol que es comienzo de la vida.

Loco por Cristo su corazón está llagado
en un Amor que todo lo domina,
llagado el pensamiento se encamina
con ilusión tras las huellas del Amado.

No es amado el Amor, proclama desolado
y su locura se vuelve llama viva,
hoguera de pasión que está encendida
a los pies de la cruz con Él clavado.

No es amado el Amor que se ha abajado
y en un pesebre pobre se hace vida,
se hace carne en nosotros en la Eucaristía
y por nosotros y todos se ha entregado.

No es amado el Amor que te ha creado
y te arrancó de la nada en su osadía
el que abrió tus ojos a la luz del día
y te tiene un reino preparado.

Peregrino y forastero lo ha dejado
todo por el Cristo de su vida,
Resucitado, es su tierra prometida
y en el destierro lo sigue esperanzado.

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFM


domingo, 17 de octubre de 2010

Un santo para todos


Ciertamente no existe ningún santo que sea tan popular como él, tanto entre católicos como entre los protestantes y aun entre los no cristianos. San Francisco de Asís cautivó la imaginación de sus contemporáneos presentándoles la pobreza, la castidad y la obediencia con la pureza y fuerza de un testimonio radical.


Llegó a ser conocido como el Pobre de Asís por su matrimonio con la pobreza, su amor por los pajarillos y toda la naturaleza. Todo ello refleja un alma en la que Dios lo era todo sin división, un alma que se nutría de las verdades de la fe católica y que se había entregado enteramente, no sólo a Cristo, sino a Cristo crucificado.