sábado, 5 de febrero de 2011

Cuando la alabanza desborda

Última parte

El poeta Saint-John Perse dijo: "alabar es respirar mejor". Y no se alaba para respirar mejor, sino que se respira mejor porque se alaba. Porque en la alabanza todo el ser se ensancha. Cuando me abro a Dios "por El mismo", por lo que El es, cuando me dejo llevar por la alabanza en lugar de por la desesperación que hay en mí, entonces me olvido en Dios y le entrego lo que está en el fondo de mí mismo, deseos y angustias. Lo que canto me penetra, me impregno de ello.

"Tú eres caridad, amor, Tú eres sabiduría, humildad, paciencia, seguridad, descanso, alegría y gozo, justicia y medida, Tú eres belleza, dulzura, abrigo, guardián y defensor, fuerza, frescura..." Cuando san Francisco canta así se deja cautivar por todo lo que Dios es. Las palabras no son más que un balbuceo, pero el corazón y la mirada se abren a la presencia de Dios. Es como si al componer estas alabanzas San Francisco hubiera querido decir al Hermano León que por entonces estaba muy probado: "Canta el amor que Dios es, y el círculo de la reconciliación para ti se extenderá tan lejos como el mismo Dios lo ha establecido. Canta la belleza que Dios es ; entonces la verás brillar hasta en el corazón de la fealdad del mal, porque incluso allí es ella quien lo envuelve todo"

La vida de san Francisco demuestra que la alabanza puede adueñarse verdaderamente de un hombre y liberar en él una nueva creatividad. En lugar de preocuparse por el mal y encogerse, el hombre se entrega al Unico que ha triunfado, que no es más que Bien y que lo es infinitamente. Entonces todo se ensancha y los gestos inéditos y liberadores se hacen posibles. Comunión y reconciliación ya no son una tarea sobrehumana sino que ambas se celebran en su misma Fuente. Y ahí, en esa Fuente, adquieren una mirada nueva, una frescura nueva..

Además, la pobreza de san Francisco, esa pobreza que era su lenguaje para establecer una comunión, no se comprende bien más que en relación con la alabanza. Es desde luego asombroso que su pobreza no tuviera nunca nada de estrecha o legalista. Nunca le llevó a excluir a otros hombres, ni siquiera a juzgarlos. Por muy extrema que fuera, su pobreza siempre estaba llena de Aquel de quien celebraba su inagotable bondad. Por muy rigurosa que pudiera parecer, en realidad estaba completamente llena de dulzura por lo que Dios era para El.

fuente: Frère François- Taize (Paz y Bien. org)