
Salve, Señora, santa Reina,
santa Madre de Dios María,
que eres virgen hecha Iglesia
y elegida por el santísimo Padre del cielo,
consagrada por él con su santísimo Hijo amado
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la que estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien.
Salve, palacio suyo; salve, tienda suya;
salve, casa suya; salve, vestidura suya;
salve, sierva suya; salve, madre suya,
y todas vosotras, virtudes santas,
que por la gracia y la iluminación
del Espíritu Santo sois infundidas
en el corazón de los fieles,
para que de infieles se vuelvan fieles a Dios.
San Francisco de Asís
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