viernes, 8 de abril de 2011

Cristo busca el encuentro con Francisco


Francisco quiere llegar a ser noble y caballero. Su primera oportunidad se la brindó la contienda entre las ciudades de Asís y Perugia, en el otoño de 1202. Se entabla batalla en el lugar llamado Collestrada a orillas del río Tiber. Asís sufre una gran derrota, Y Francisco es uno más de los muchos jóvenes de Asís que son encarcelados en Perugia, ¡durante un año!. En 1203, gracias a un pacto entre los “boni homines” de Perugia y los “homines populi” de Asís, los prisioneros regresan a Asís. Francisco regresa enfermo y débil.


Durante su enfermedad Francisco tiene mucho tiempo para repensar su vida y ahondar en su inquietud. Empezó a preguntarse el porqué de la Vida, de dónde procede el dolor, lo absurdo de estar apegado a las riquezas, la vanidad de querer ser más que los demás. Pero en cuanto se recuperó le surgió una nueva oportunidad para lograr sus afanes de gloria. En el verano de 1205 tras la muerte del Conde Juan de Brienne, le sucede en la dirección de los ejércitos del Papa y el emperador Federico II, el Conde Gentil de Paleara. Éste vino al valle de Espoleto a buscar jóvenes para su ejército. Francisco y otros jóvenes de Asís se le unen. Y su primera batalla será en Apulia.


Camino de la guerra en Apulia, hicieron noche en Espoleto, donde esperarían por todos los voluntarios. Allí asistieron a la catedral para la ceremonia de bendición y despedida, y allí…. estaba Cristo, un Cristo crucificado, pero con los ojos abiertos y el rostro provocador. La tradición cuenta que Francisco oye la voz de Cristo, que le pregunta:


- «Francisco, ¿a dónde te diriges como un guerrero?

- A la Apulia, a luchar por el Papa.

- Dime, ¿de quién puedes esperar mayor gloria, del Señor o del siervo?

- Del Señor. - Entonces, ¿por qué sirves al siervo y no al Señor?

- Señor, ¿qué quieres que haga?

- Vuelve a tu casa y allí descubrirás lo que quiero de ti.»


Esa noche fue para Francisco su gran encuentro con Dios, su primer gran desconcierto. Dios le salió al paso y desde entonces, rodeado de incertidumbre, Francisco tuvo la certeza de que le tenía preparada otra guerra distinta. “En el año 1206, el Señor ordenó a Francisco, por medio de un sueño, que regresara de Espoleto a Asís, y que esperara aquí hasta que Él le revelase su voluntad” (cf. TC 6)

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