"San Francisco escribió a los superiores de su Orden: «Cuando es consagrado por el sacerdote sobre el altar el santísimo cuerpo y sangre del Señor y cuando es llevado a alguna parte, que todas las gentes, de rodillas, rindan alabanzas, gloria y honor al Señor Dios vivo y verdadero. Y que de tal modo anunciéis y prediquéis a todas las gentes su alabanza, que, a toda hora y cuando suenan las campanas, siempre se tributen por el pueblo entero alabanzas y gracias al Dios omnipotente por toda la tierra» (1CtaCus 7-8)."
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