martes, 30 de diciembre de 2008

San Francisco, una de las grandes mentes del Siglo XXI


Hijo de un rico comerciante de telas de la ciudad de Asís, en Italia, el jóven Francisco recibió una educación esmerada. Considerado cordial, alegre y competente en los negocios, el jóven era admirado por sus amigos, también hijos de ricos comerciantes de la región.

Habilidoso con las palabras, sabía envolver a los clientes a punto de cerrar buenas ventas y obtener lucro. Por otro lado, como era costumbre en su medio, vivía en la lujuria y en la riqueza y, en la misma medida que ganaba, también gastaba.

Se tornó un líder de la juventud de Asís. Hasta los 25 años vivió entregado a la pompa y a la vanagloria, importándole poco los problemas de la vida. Acostumbraba a vaguear con sus compañeros por las calles de la ciudad a altas horas de la madrugada, viviendo, así, sus años de mocedad despreocupadamente.

Una vez, ocupado en la tienda de su padre, despachó un mendigo con mucha dureza, pero, luego enseguida, tomó conciencia de lo que había hecho y se propuso, de aquel día en adelante, no negar jamás algún pedido.

Poseía una personalidad aventurera, lo que le proporcionaba especial gusto por las guerras, muy comunes en el siglo XIII. Es así que, a los 17 años, durante una batalla entre Asís y Perugia, fue hecho prisionero y permaneció casi un año sobre el juego de los enemigos.

Al salir de la prisión se encontraba muy enfermo y enflaquecido. Permaneció durante un largo periodo en un estado de estupor casi meditativo, el que lo llevó a revisar sus conceptos. Algo había cambiado. Francisco había cambiado.

Ya restablecido físicamente, su corazón no se saciaba más con la antigua vida de fastuosidad y placer.

La meditación empezó a hacer parte de su día a día. En medio de toda esa transformación, él se preguntaba "¿Qué podrá dar sentido a mi vida?" Un día, rumbo a la caverna donde meditaba, encontró un leproso. Intentó desviarse, pues siempre tuvo fuerte repugnancia por aquella enfermedad, pero no pudo impedir su encuentro. En aquel instante algo le ordenó que se dominase, y entonces le dió al leproso todo el dinero que poseía, besándole la mano. Se sintió, entonces, totalmente libre de la aversión que le sucedía al principio. Fué la primera victoria sobre sí mismo.

En cierta ocasión, entró en la iglesia de San Damiano para rezar delante del crucifijo. Sumergido en su meditación, escuchó un llamado: "Francisco, ¿no ves como mi casa está en ruinas? Trata de reconstruirla." Al oir éso, él se asustó. Sabía que se trataba de un mandamiento de Cristo.

En aquel instante comprendió que sólo podría responder al llamado accionando. A partir de este día pasó a ser un ejemplo vivo de Jesus Cristo.

Al principio Francisco pensó que debería reconstruir la iglesia de San Damiano, por éso junto piedras y empezó a trabajar.

Levantando una piedra, levantó los ojos y vió un amigo de su juventud, que le abordó la tentativa de convencerlo a retornar a la casa de sus padres, diciéndole: "Francisco, estoy aquí para ayudarte" Y Francisco le respondió: "Hubo un día en que creí en palabras. Si tú me quieres ayudar, únete a nosotros, agáchate y carga la primera piedra".

Fue así que San Francisco de Asís se deshizo de todo lo que tenía, abandonó lo que los seres humanos más veneran y se juntó a los pobres y leprosos con el fin de trabajar para la obra de Dios.
*fuente: scout.cl

lunes, 29 de diciembre de 2008

La Tau de San Francisco


San Francisco de Asis recomendaba la Tau expresamente en su hablar y lo escribía de su propio puño en las cartas que él enviaba (FF 1079).

La Tau es la última letra del alfabeto hebreo. La misma adoptó un valor simbólico en el antiguo testamento para indicar la salvación y el amor de Dios hacia los hombres. Se habla en el libro del profeta Ezequiel, cuando Dios manda a su ángel a imprimir sobre la frente de los siervos de Dios este signo de salvación: " El Señor dice: pasa en medio de la ciudad, en medio de Jerusalém y signa una TAU sobre la frente de los hombres que suspiran y lloran.

La TAU es entonces un signo de redención. Es signo de aquella novedad de vida cristiana, interiormente signada del sello del Espíritu Santo, dado a nosotros el día del bautismo.

La TAU fue adoptada inmediatamente por los cristianos. Este signo lo encontramos en las catacumbas de Roma ya que su forma remitía a la cruz de Cristo en la cual él se inmoló para salvar al mundo. San Francisco de Asis, debido a la semejanza que la TAU tiene con la cruz, la adoptó con cariño, tanto que ocupó un lugar relevante en su vida y en sus gestos. En él el antiguo signo profético se actualiza, se recolora, recobra su fuerza de salvación ya que San Francisco se siente " un salvado del amor y la misericordia de Dios". Era un amor que remitía a una apasionada veneración por la cruz, por la humildad de Cristo y por la misión de Cristo que a través de la cruz a dado a los hombres el signo y la expresión más grande de su amor.

La TAU era para Francisco el signo concreto de su salvación y la victoria de Cristo sobre el mal.

La TAU tiene en sus espaldas una sólida tradición bíblico cristiana. Fue acogida por San Francisco por su valor espiritual y la adoptó de forma intensa y total hasta transformarse en él mismo por las estigmas en la carne, Francisco fue la Tau viviente que el había contemplado, diseñado y sobre todo amado. La Tau, signo concreto de la devoción cristiana, esta sobre todo impregnada de la vida de Cristo.

La TAU debe recordar una gran verdad cristiana: Nuestra vida, salvada y redimida por el amor de Cristo crucificado, debe transformar cada día una vida nueva, vida donada por el amor. Portando este signo vivamos en la espiritualidad, rindamos razón de la "Esperanza que hay en nosotros", reconozcámonos seguidores de San Francisco.
*fuente:geocities.com/sitesanfranciscodeasis

miércoles, 24 de diciembre de 2008

La Navidad según San Francisco de Asís


Lo más conocido de san Francisco con relación al nacimiento del Redentor fue la celebración de la nochebuena que escenificó en una cueva del monte, cerca del castillo de Greccio. He aquí el relato del episodio, contado por el primer biógrafo del santo:

1Celano, 84. La suprema aspiración de Francisco, su más vivo deseo y su más elevado propósito, era observar en todo y siempre el santo Evangelio (120) y seguir la doctrina de nuestro Señor Jesucristo y sus pasos con suma atención, con todo cuidado, con todo el anhelo de su mente, con todo el fervor de su corazón. En asidua meditación recordaba sus palabras y con agudísima consideración repasaba sus obras. Tenía tan presente en su memoria la humildad de la encarnación y la caridad de la pasión, que difícilmente quería pensar en otra cosa.

Digno de recuerdo y de celebrarlo con piadosa memoria es lo que hizo tres años antes de su gloriosa muerte, cerca de Greccio, el día de la natividad de nuestro Señor Jesucristo. Vivía en aquella comarca un hombre, de nombre Juan, de buena fama y de mejor tenor de vida, a quien el bienaventurado Francisco amaba con amor singular, pues, siendo de noble familia y muy honorable (121), despreciaba la nobleza de la sangre y aspiraba a la nobleza del espíritu. Unos quince días antes de la navidad del Señor, el bienaventurado Francisco le llamó, como solía hacerlo con frecuencia, y le dijo: «Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que te voy a indicar. Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos (122) lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno». En oyendo esto el hombre bueno y fiel, corrió presto y preparó en el lugar señalado cuanto el Santo le había indicado.

85. Llegó el día, día de alegría, de exultación. Se citó a hermanos de muchos lugares; hombres y mujeres de la comarca, rebosando de gozo, prepararon, según sus posibilidades, cirios y teas para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, iluminó todos los días y años. Llegó, en fin, el santo de Dios y, viendo que todas las cosas estaban dispuestas, las contempló y se alegró. Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey y el asno. Allí la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad, y Greccio se convierte en una nueva Belén. La noche resplandece como el día, noche placentera para los hombres y para los animales. Llega la gente, y, ante el nuevo misterio, saborean nuevos gozos. La selva resuena de voces y las rocas responden a los himnos de júbilo. Cantan los hermanos las alabanzas del Señor y toda la noche transcurre entre cantos de alegría. El santo de Dios está de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en inefable gozo. Se celebra el rito solemne de la misa sobre el pesebre (123) y el sacerdote goza de singular consolación.

86. El santo de Dios viste los ornamentos de diácono (124), pues lo era, y con voz sonora canta el santo evangelio. Su voz potente y dulce, su voz clara y bien timbrada, invita a todos a los premios supremos. Luego predica al pueblo que asiste, y tanto al hablar del nacimiento del Rey pobre como de la pequeña ciudad de Belén dice palabras que vierten miel. Muchas veces, al querer mencionar a Cristo Jesús, encendido en amor, le dice «el Niño de Bethleem», y, pronunciando «Bethleem» como oveja que bala, su boca se llena de voz; más aún, de tierna afección. Cuando le llamaba «niño de Bethleem» o «Jesús», se pasaba la lengua por los labios como si gustara y saboreara en su paladar la dulzura de estas palabras.

Se multiplicaban allí los dones del Omnipotente; un varón virtuoso (125) tiene una admirable visión. Había un niño que, exánime, estaba recostado en el pesebre; se acerca el santo de Dios y lo despierta como de un sopor de sueño. No carece esta visión de sentido (126), puesto que el niño Jesús, sepultado en el olvido en muchos corazones, resucitó por su gracia, por medio de su siervo Francisco, y su imagen quedó grabada en los corazones enamorados. Terminada la solemne vigilia, todos retornaron a su casa colmados de alegría.

87. Se conserva el heno colocado sobre el pesebre, para que, como el Señor multiplicó su santa misericordia, por su medio se curen jumentos y otros animales. Y así sucedió en efecto: muchos animales de la región circunvecina que sufrían diversas enfermedades, comiendo de este heno, curaron de sus dolencias. Más aún, mujeres con partos largos y dolorosos, colocando encima de ellas un poco de heno, dan a luz felizmente. Y lo mismo acaece con personas de ambos sexos: con tal medio obtienen la curación de diversos males.

El lugar del pesebre fue luego consagrado en templo del Señor (127): en honor del beatísimo padre Francisco se construyó sobre el pesebre un altar y se dedicó una iglesia, para que, donde en otro tiempo los animales pacieron el pienso de paja, allí coman los hombres de continuo, para salud de su alma y de su cuerpo, la carne del Cordero inmaculado e incontaminado, Jesucristo, Señor nuestro, quien se nos dio a sí mismo con sumo e inefable amor y que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo y es Dios eternamente glorioso por todos los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. Aleluya.


*fuente:fratefrancesco.org

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Padrenuestro de San Francisco


Oh santísimo Padre nuestro: creador, redentor, consolador y salvador nuestro.

Que estás en el cielo: en los ángeles y en los santos; iluminándolos para el conocimiento, porque tú, Señor, eres luz; inflamándolos para el amor, porque tú, Señor, eres amor; habitando en ellos y colmándolos para la bienaventuranza, porque tú, Señor, eres sumo bien, eterno bien, del cual viene todo bien, sin el cual no hay ningún bien.

Santificado sea tu nombre: clarificada sea en nosotros tu noticia, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la sublimidad de la majestad y la profundidad de los juicios.

Venga a nosotros tu reino: para que tú reines en nosotros por la gracia y nos hagas llegar a tu reino, donde la visión de ti es manifiesta, la dilección de ti perfecta, la compañía de ti bienaventurada, la fruición de ti sempiterna.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: para que te amemos con todo el corazón, pensando siempre en ti; con toda el alma, deseándote siempre a ti; con toda la mente, dirigiendo todas nuestras intenciones a ti, buscando en todo tu honor; y con todas nuestras fuerzas, gastando todas nuestras fuerzas y los sentidos del alma y del cuerpo en servicio de tu amor y no en otra cosa; y para que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, atrayéndolos a todos a tu amor según nuestras fuerzas, alegrándonos del bien de los otros como del nuestro y compadeciéndolos en sus males y no dando a nadie ocasión alguna de tropiezo.

Danos hoy nuestro pan de cada día: tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo: para memoria e inteligencia y reverencia del amor que tuvo por nosotros, y de lo que por nosotros dijo, hizo y padeció.

Perdona nuestras ofensas: por tu misericordia inefable, por la virtud de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos.

Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden: y lo que no perdonamos plenamente, haz tú, Señor, que lo perdonemos plenamente, para que, por ti, amemos verdaderamente a los enemigos, y ante ti por ellos devotamente intercedamos, no devolviendo a nadie mal por mal , y nos apliquemos a ser provechosos para todos en ti.

No nos dejes caer en la tentación: oculta o manifiesta, súbita o importuna.

Y líbranos del mal: pasado, presente y futuro.

Gloria al Padre...

lunes, 15 de diciembre de 2008

Pensamientos de San Francisco






Amad a vuestros enemigos y haced el bien a los que os odian', pues nuestro Señor Jesucristo, cuyas huellas debemos seguir, llamó amigo al que lo entregaba y se ofreció espontáneamente a los que lo crucificaron (S.Francisco, 1Reg 22).



Y te damos gracias porque... quisiste que Él, verdadero Dios y verdadero hombre naciera de la gloriosa siempre Virgen Santa María, y quisiste que nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por su cruz, y sangre, y muerte (S.Francisco, 1Reg 23).



Y yo oraba y decía así sencillamente: 'Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo' (S.Francisco, Testamento).



En esto es en lo que podemos gloriarnos: en nuestras flaquezas y en llevar a cuestas cada día la santa cruz de nuestro Señor Jesucristo (S.Francisco, Adm.5)",



Y la voluntad de su Padre fue que... se ofreciera a sí mismo como sacrificio y hostia, por medio de su propia sangre, en el altar de la cruz; no para sí mismo..., sino por nuestros pecados, dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas (S.Francisco, a todos los fieles).



El buen Pastor, por salvar a sus ovejas, soportó la pasión de la cruz. Y sus ovejas lo siguieron en la tribulación y la persecución, en el sonrojo y el hambre, en la debilidad y la tentación, y en todo lo demás; por eso recibieron del Señor la vida sempiterna. (S.Francisco, Adm.6).



Si el sepulcro donde yació algún tiempo es venerado, ¡Oh, qué santo, justo y digno debe ser quien toca con las manos, toma con la boca y el corazón y da a otros... al que ha de vivir eternamente...! (S.Francisco, Carta a la Orden).

martes, 9 de diciembre de 2008

¿Qué nos enseña la vida de San Francisco de Asís?


Nos enseña a vivir la virtud de la humildad. San Francisco tuvo un corazón alegre y humilde. Supo dejar no sólo el dinero de su padre sino que también supo aceptar la voluntad de Dios en su vida. Fue capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. Veía la grandeza de Dios en la naturaleza.


Nos enseña a saber contagiar ese entusiasmo por Cristo a los demás. Predicar a Dios con el ejemplo y con la palabra. San Francisco lo hizo con Santa Clara y con sus seguidores dando buen ejemplo de la libertad que da la pobreza.


Nos enseña el valor del sacrificio. San Francisco vivió su vida ofreciendo sacrificios a Dios.


Nos enseña a vivir con sencillez y con mucho amor a Dios. Lo más importante para él era estar cerca de Dios. Su vida de oración fue muy profunda y era lo primordial en su vida.Fue fiel a la Iglesia y al Papa. Fundó la orden de los franciscanos de acuerdo con los requisitos de la Iglesia y les pedía a los frailes obedecer a los obispos.


Nos enseña a vivir cerca de Dios y no de las cosas materiales. Saber encontrar en la pobreza la alegría, ya que para amar a Dios no se necesita nada material.


Nos enseña lo importante que es sentirnos parte de la Iglesia y ayudarla siempre pero especialmente en momentos de dificultad.

*fuente: Catholic.net

jueves, 4 de diciembre de 2008

Càntico a las criaturas



Altísimo y omnipotente buen Señor,

tuyas son las alabanzas,

la gloria y el honor y toda bendición.


A ti solo, Altísimo, te convienen

y ningún hombre es digno de nombrarte.


Alabado seas, mi Señor,

en todas tus criaturas,

especialmente en el Señor hermano sol,

por quien nos das el día y nos iluminas.


Y es bello y radiante con gran esplendor,

de ti, Altísimo, lleva significación.


Alabado seas, mi Señor,

por la hermana luna y las estrellas,

en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.


Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento

y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,

por todos ellos a tus criaturas das sustento.


Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego,

por el cual iluminas la noche,

y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.


Alabado seas, mi Señor,

por la hermana nuestra madre tierra,

la cual nos sostiene y gobierna

y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.


Alabado seas, mi Señor,

por aquellos que perdonan por tu amor,

y sufren enfermedad y tribulación;

bienaventurados los que las sufran en paz,
porque de ti, Altísimo, coronados serán.


Alabado seas, mi Señor,

por nuestra hermana muerte corporal,

de la cual ningún hombre viviente puede escapar.


Ay de aquellos que mueran

en pecado mortal.


Bienaventurados a los que encontrará

en tu santísima voluntad

porque la muerte segunda no les hará mal.


Alaben y bendigan a mi Señor

y denle gracias y sírvanle con gran humildad.


*San Francisco de Asís